Cuando escuché resonando las notas del Himno Nacional de mi Colombia en el estadio de Luzhnikí de Moscú que hacían honor a la nueva campeona del mundo de salto triple, se me puso la piel de gallina y las lágrimas brotaron de mis ojos, lágrimas de alegría, lágrimas de orgullo, lágrimas de esperanza, la esperanza de la gente buena de mi país (que es la mayoría).
Y ahí estaba ella, Caterine Ibargüen una Colombiana recibiendo de manos del Brasileño Roberto Gesta de Melo, quien es miembro del Concejo Directivo de la IAAF, la Medalla de Oro, la primera que obtiene Colombia en 14 ediciones de estos campeonatos del mundo.
Con su cabello sostenido por una diadema y cayéndole sobre sus hombros, Caterine subió al podio con su enorme sonrisa, luciendo orgullosa la sudadera roja del equipo, mientras cantaba con gran emoción la letra del himno colombiano.
Esta enfermera colombiana de 29 años, como muchos otros colombianos llevaba en la batalla cerca de un decenio con toda clase de saltos (Longitud, altura y triple). Pareciera que estaba escuchando los gritos de millones de colombianos que la veían a través de las pantallas de sus televisores, gritos de sueños que hoy son realidad.
Después de su victoria Caterine afirmaba categóricamente lo siguiente: "Sé que la Medalla de Oro va a ser la primera de muchas por que esta es la prueba de que sí se puede"
Aunque no existen las palabras para expresar lo que se puede sentir, sólo atino a decirle a Caterine, gracias por dar esperanza a un país, gracias por traer alegría a millones de personas que necesitan ver que si existe un camino para lograr lo que queremos, con esfuerzo y disciplina, gracias por demostrar todo ese gran amor por aquello que hacemos.
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